La imagen tópica de la Edad Media es la de un caballero, una dama y sobre todo un castillo. Los hubo de todo tipo, de todos los tamaños y de todas las formas, se construyeron en madera, barro, ladrillo, cal y piedra, albergaron a campesinos, artesanos, caballeros, damas, obispos, reyes, embajadores y papas.
El hombre ha construido fortificaciones desde que aprendió las técnicas de la arquitectura, pero fue sin duda la Edad Media el tiempo en que las fortalezas han dejado mayor huella en la literatura y en el arte de Europa.
Durante ochocientos años la península Ibérica fue terreno abonado para su construcción al sumarse a la necesidad nobiliaria de construir sus fortalezas, la de ser tierra fronteriza entre el Islam y la Cristiandad.
A partir de 1500 la mayoría de los castillos perdió la razón para la que habían sido fundados y muchos de ellos quedaron abandonados
Desde el siglo XII el señorío de Trasmoz y su castillo se convirtieron en un feudo de la monarquía aragonesa que los entregó sucesivamente a varios señores y familias poderosas como pago al apoyo que éstos prestaron a sus reyes.
Entre los siglos XII y XIII el dominio de este lugar alternó entre Navarra y Aragón, hasta que en 1232 Jaime I de Aragón lo recuperó.
En los siglos XIV y XV Trasmoz perteneció a dos de las mas importantes familias nobiliarias de Aragón. Desde mediados del siglo XIV fue un feudo del poderoso linaje de los Luna, pero tras el Compromiso de Caspe, por apoyar al Conde de Urgel, los Luna cayeron en desgracia.
Alfonso V ordenó la toma del castillo, desposeyó a los Luna de Trasmoz y su fortaleza para entregarla en feudo a Lope Ximenez de Urrea, noble de su confianza, con toda su jurisdicción civil y criminal.
Tras su fallecimiento, tomó posesión del castillo su joven hijo Don Pedro Manuel Ximenez de Urrea. Entre 1515 y 1513 estalló una guerra feudal entre los Ximenez de Urrea y el Conde de Ribagorza, en la que el uso del agua del Moncayo fue el motivo del pleito.
Esta guerra le enemistó con la Iglesia, que proclamó contra él el terrible rito de la Maldición de Trasmoz, celebrado solemnemente en la iglesia del monasterio de Veruela.
Hacia 1530 la fortaleza de Trasmoz quedó abandonada. La torre del homenaje sufrió un incendio y se vino parcialmente abajo. El resto de las estancias quedaron desocupadas y por ello desaparecieron elementos constructivos que podían ser utilizados en otras partes: puertas y vigas de madera, tejas, objetos de metal e incluso piedras sillares
Las excavaciones arqueológicas realizadas en el castillo de Trasmoz han proporcionado datos de enorme interés para la comprensión de esta fortaleza y han dado pie a la reconstrucción rehabilitación de la misma.
Hoy en día la Torre del Homenaje ya ha sido restaurada y el proyecto sigue adelante poco a poco en diversas fases para otorgar de nuevo el aspecto que tuvo en antaño.
El castillo de Trasmoz ha sido objeto de inspiración de algunas leyendas. La imaginación popular lo convirtió en un lugar de brujas y aquelarres, tal vez porque en algunas ocasiones se falsificó moneda en el mismo y por ello se pretendía mantener alejados del mismo a los curiosos.
El poeta Gustavo Adolfo Bécquer, durante su estancia en el Monasterio de Veruela, creó algunas leyendas sobre la villa y el castillo, como la de la bruja conocida como “la tía Casca” y la que hizo surgir al castillo en lo alto en una sola noche por obra de un nigromante.
Actualmente el castillo alberga en su interior parte del antiguo MUSEO DE LA BRUJERÍA que existió en la localidad.